Los
cartujos españoles, no contentos con dedicarle a la Eucaristía un sagrario
convencional en el Altar Mayor, a partir, al menos, de comienzos del S. XV (Antes de 1428 en la Cartuja de
Porta Cœli, y en 1436 en la de Las Cuevas) colocaron detrás del retablo mayor un
Tabernáculo que fuese algo así como una Tienda o Celda de JESÚS habitando en
medio de ellos. Con su conducta, ellos
dejaban un testimonio claro de aquella fe en la presencia real de Cristo en la
Eucaristía de la cual había dado solemne testimonio San Bruno en su lecho de
muerte, como por ella había luchado en vida.
Tales Sagrarios comenzaron siendo reducidos, como los œli, Las Cuevas y Jerez, Aniago, Miraflores, Aula Dei,
Ara Christi, o como este de la
antigua Cartuja sevillana de Santa María de Las Cuevas que vamos a ver
ahora,
encargado en 1672 a Bernardo Simón de Pineda y Pedro Roldán y dorado en 1676 por Miguel de Parrilla.
Él es el más antiguo de los que se conservan. El tamaño de tales
sagrarios fue
creciendo, principalmente en S. XVIII, como es el caso de los de Scala Dei, el actual de
Porta Cœli, El Paular, Valdemosa, Cazalla etc., resultando una pieza bastante
amplia, que algunos pueden confundir con una Capilla, y no es así.
Con
el Sagrario de Granada, se alcanza el cenit esta manifestación del arte
sacro eucarístico. De las Cartujas hispanas pasó
primero a la portuguesa de Scala
Cœli, en
Évora, al monasterio jerónimo de San Lorenzo del Escorial etc.